
RETRATO JUAN DE AUSTRIA
D. Juan de Austria
Lugar y fecha de nacimiento: Ratisbona (Alemania) 25 de febrero de 1547.
Lugar y fecha de fallecimiento: Namur (Bélgica) 1 de octubre de 1578.
Lugar de enterramiento: Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Juan de Austria, nació en Ratisbona (Alemania) en 1547, aunque algunos historiadores sitúan la fecha de su nacimiento en 1545.
Hijo natural e ilegítimo de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico (emperador), y de Bárbara Blomberg (Plumberger, apellido original de su país)
La vida de Juan de Austria es, sin duda, una de las más desconcertantes de la época. En ella se mezclan los hechos reales con las leyendas. Aunque su trayectoria pública fue corta, solamente 10 años, fue uno de los personajes más extraordinarios de la época.
Carlos I reconoció en su testamento, redactado en Bruselas en 1554, a su hijo ilegítimo Juan, al que se le conocía como Jeromín.
Dicho testamento se le entregaría a su hijo Felipe II (hijo legítimo de Carlos I y sucesor en el trono) en 1556, teniendo de esta manera conocimiento de la existencia de su hermano Juan.
Bajo el secreto de su identidad y con el fin de no complicar los problemas de herencia familiar, Carlos I ordenó a su ayudante de cámara, Don Luis de Quijada, que supervisase la educación de Juan. Carlos I deseaba que su hijo Juan se educara en España y, siendo este su deseo, acordó con Francisco o Frans (su nombre en flamenco) Massi y su mujer Ana de Medina, que Juan viajase con ellos a España manteniendo el anonimato del niño.
Así, casi a mediados de 1551, Jeromín (su nombre popular) se asentó en el pueblo de Leganés bajo los cuidados de este matrimonio.
A partir de 1554 Luis de Quijada decide hacerse cargo del niño junto con su esposa Magdalena de Ulloa con la que se había casado recientemente, lo criaron en Villagarcía de Campos, pueblo próximo a Valladolid. Magdalena de Ulloa se encargó de su educación religiosa y delegó a varios maestros y capellanes la enseñanza de las matemáticas, astronomía, latín y gramática. Lo que más le entusiasmaba al joven eran las relaciones políticas y diplomáticas que existían en la Europa de su tiempo, interesándose mucho también por el aprendizaje en el manejo de las armas y de la equitación, y en el estudio de la táctica militar y la artillería.
También en ese periodo de su infancia fue llevado a visitar varias veces a su padre Carlos I, que ya estaba retirado en el monasterio de Yuste tras abdicar en 1555. En ninguna de sus visitas Carlos I le reconoció como su hijo.
Cuando Carlos I murió, el 21 de septiembre de 1558, ya había muchos rumores de la existencia de un hijo ilegitimo.
Carlos I expresó que tenía el deseo de que el joven Jeromín ingresará en el cuerpo eclesiástico e hiciera carrera dentro de la misma.
Tras el regreso desde Bruselas a España de Felipe II en 1559, y ya conociendo el testamento de su difunto padre, ordenó que trajeran a su hermano Jeromín ante él. Durante el encuentro, el nuevo Rey (Felipe II) le reveló al joven muchacho el secreto de quien era su padre y que él era su hermano.
Ya incorporado a la Casa Real como un príncipe más, Jeromín recibió el nombre don Juan, fue aceptado en el seno de la familia real, aunque como hijo ilegitimo, no tenía derecho al trono. Comienza otra fase de su educación junto con sus sobrinos don Carlos, el hijo de Felipe, heredero de la monarquía y Alejandro Farnesio, hijo de Margarita de Parma, ahora en la Universidad de Alcalá de Henares. Allí completó sus estudios durante cuatro años destacando en el Arte y la Estrategia Militar, sin embargo no fue así en los asuntos religiosos, truncando así el deseo de su padre Carlos I de hacer carrera dentro del estamento eclesiástico.

ENCUENTRO EN YUSTE ENTRE CARLOS V Y DON JUAN DE AUSTRIA
Una vez concluida su educación, el príncipe Don Juan de Austria, que era así como se le llamaba, quiso demostrar al Rey sus habilidades y su capacidad para emprender grandes empresas militares, a lo que el Rey en un primer momento se opuso.
En 1565 en plenas negociaciones entre España y Francia para sellar una paz definitiva entre ambos países, el joven príncipe pidió que le dejara participar en la liberación de Malta, que por aquel entonces estaba sitiada por la armada turca. Ante la negativa del Rey por creer que era aún demasiado joven, Don Juan de Austria desobedeció y junto con otros jóvenes nobles decidió ir a Barcelona dónde se estaba formando una flota para socorrer a la isla. Allí fue detenido por orden del Rey y desistió finalmente de participar en dicha empresa.
Enérgico, impetuoso y elocuente como era él, Felipe II se dio cuenta que era inútil intentar que ingresara como miembro de la Iglesia y en 1568, a la edad de 21 años, le nombró capitán general de la flota del Mediterráneo en sustitución de García de Toledo, poniéndolo bajo el asesoramiento del Almirante Álvaro de Bazán y del Vicealmirante Luis de Requesens.
Durante unos meses navegó por la costa de Levante, Andalucía y norte de África, aprendió las técnicas de navegación, el conocimiento de las maniobras de las galeras, la dirección de los vientos, saber interpretar y pronosticar temporales o buen tiempo.
Al desembarcar se enteró de la trágica muerte de Don Carlos V (murió de malaria) y de la Reina Isabel de Valois (tercera mujer de Felipe II) a finales de 1568.
LA REBELION DE LAS ALPUJARRAS O GUERRA DE GRANADA
La Rebelión de las Alpujarras o Guerra de Granada fue una sublevación por parte de los moriscos (musulmanes bautizados tras la pragmática de conversión forzosa) que vivían en aquella zona por estar en contra de un decreto que les obligaba a abandonar sus costumbres y su lengua. La rebelión, que empezó casi terminado el año 1568, pronto se extendió a otras zonas del antiguo reino de Granada y empezó a ser un motivo de preocupación para el rey Felipe.
Los moriscos pronto solicitaron la ayuda de los musulmanes africanos y de los otomanos. Existía el riesgo real de que la población morisca de la ciudad de Granada, del Reino de Valencia y Aragón también se levantara en armas contra la corona.
A principios del año 1569, Felipe II encargó a los marqueses de Mondéjar y Los Vélez el mando de dos ejércitos para aplastar la rebelión. En principio parecía que se sofocaría rápidamente la sublevación, pero debido a la gran falta de coordinación de ambos ejércitos por una enemistad manifiesta entre los dos marqueses, la ayuda de los musulmanes del norte de África que proporcionaron hombres y armas, y el aumento de la población morisca que se unía a la rebelión, hicieron que el Rey tomará la decisión de unificar el mando de los Ejércitos en la persona de su hermano Juan de Austria.
No fue fácil para don Juan hacerse cargo de dicha empresa, para empezar, los marqueses no le consideraban una autoridad militar y el rey Felipe II, no quería que participará directamente en la guerra. Las tropas adolecían muchas veces de disciplina y se dedicaban al pillaje y saqueo cuando conquistaban alguna plaza. Poco a poco consiguió imponer su estrategia militar e imponerse como jefe militar ante sus tropas, consiguió parar los saqueos y matanzas que se estaban perpetrando aunque no pudo evitar el de Galera, donde la mayoría de la población que la habitaba fue masacrada y asesinada, incluidas mujeres y niños.
A mediados de 1570 el jefe de la Rebelión al ver que la derrota era inevitable y en aras de evitar más derramamiento de sangre y muertes, solicitó a D. Juan un acuerdo de paz. El príncipe negoció y aceptó el acuerdo, aunque grupos aislados siguieran guerreando en algunas zonas donde se había producido la rebelión.
Don Juan, demostró grandes dotes de mando, al frente de tropas de poco valor, que no tenían nada que ver con los famosos tercios de Flandes. Fue capaz de exaltar a sus hombres y llevarlos a superarse, dando grandes muestras de ser un gran estratega.
Así, en el sitio de Galera (pueblo al noreste de Granada), plaza que el marqués de Los Vélez no lograba vencer, don Juan entendió inmediatamente la importancia de la artillería y cambió de estrategia. Primero ordenó el ataque con la artillería, para abrir una brecha en las murallas y posteriormente ordenó el asalto a la población. Hizo lo mismo antes de asaltar Serón, Tíjola, Purchena y Padules.
Por otra parte, supo negociar con el bando rebelde acordando el fin de la revuelta y su rendición. Por fin, aunque hubiera preferido una solución más suave, el 1 de noviembre de 1570, siguiendo las órdenes de Felipe II, decretó la expulsión de los moriscos. Había cumplido con su misión, y Felipe II, satisfecho por los éxitos de su hermano y por el temperamento de jefe que acababa de exhibir, estaba dispuesto a confiarle otra de alcance mayor.

MAPA DE LA REBELION DE LAS ALPUJARRAS
LA BATALLA DE LEPANTO
Acabada la Rebelión de las Alpujarras en 1571, y casi sin tiempo, otra gran empresa estaba a punto de empezar.
Desde el año 1566, no paraban de llegar noticias sobre las invasiones turcas en el Mediterráneo occidental. El imperio Otomano había conquistado amplios territorios en la Europa oriental entre los que se encontraba; Macedonia, Serbia, Bosnia, Bulgaria, Valaquia, Besarabia y Hungría.
Anteriormente en 1521 conquistaron Belgrado, en 1522 ocuparon la Isla de Rodas ante la fuerte defensa de los Caballeros de San Juan, en 1526 derrotaron a las tropas húngaras en la batalla de Mohacs, quedándose a las puertas de Viena en 1529 y en 1565 pusieron sitio a la isla de Malta, cuya empresa terminó en fracaso.
Solimán el Magnífico, el gran sultán Otomano, tenía la ambición de dar el golpe definitivo a la Europa Cristiana, aprovechando que España, la principal potencia Europea, se ocupaba de los problemas en los Países Bajos y de la revuelta de los moriscos en Granada.
En 1570, el hijo de Soliman, el sultán Selim II conquista la isla de Chipre, que pertenecía a la República de Venecia. Entonces el Papa Pio V hace una llamada general a todos los estados italianos para establecer una Liga Santa y a luchar contra el enemigo infiel. España era la potencia militar dominante en la península itálica, por ello, el Papa Pio V convocó a España y a Venecia, el otro gran estado de Italia, a la segunda Liga Santa de la historia, esta vez llevaría el nombre de Santa Liga.
La empresa era difícil porque existían recelos entre venecianos y españoles, los venecianos querían un acuerdo de paz por separado con los turcos y por otra parte los franceses tenían serios intereses en conseguir el fracaso del proyecto. Todos estos hechos llevarían al más absoluto pesimismo del propio Felipe II, siendo el más reticente a firmar los acuerdos de la Santa Liga.
A pesar de todo, gracias a la voluntad firme del Pontífice, la Liga fue proclamada el 25 de mayo de 1571 en la basílica de San Pedro de Roma, con la participación de España, Venecia, la Santa Sede, Génova y los caballeros de Malta.
Ante esta alianza de varios países, había que buscar un comandante en jefe que coordinara a todas estas tropas. Sin dudarlo un momento, Felipe II propuso que su hermano Juan fuera el elegido, contaba con el apoyo del Papa Pio V y aunque la República de Venecia era reticente a este nombramiento, no le quedó más remedio que aceptar debido a la gravedad de la situación que atravesaba, con la toma de Nicosia el 9 de septiembre de 1570, Venecia perdía casi toda la isla de Chipre, enclave fundamental para su comercio entre Asia y Europa, excepto la fortaleza de Famagusta.
España y sus dominios Italianos asumían la mitad de los gastos que conllevaba dicha empresa, casi la mitad de los barcos, junto con Génova, Malta y los Estados Pontificios; unas 100 galeras aproximadamente, y otro gran número de naves de servicio y barcos logísticos. La otra mitad de la flota lo ponía Venecia; unas 106 galeras, 6 galeazas, 20 fragatas y una treintena de buques de aprovisionamiento.
El nombramiento de don Juan, con tan sólo veinticuatro años, pudo parecer una locura o cuanto menos una temeridad. don Juan había probado ser un buen jefe militar en la batalla terrestre pero carecía de experiencia en la batalla naval, sin embargo, contaba con la ayuda y asesoramiento de los mejores marinos de la época: Luis de Requesens, Álvaro de Bazán, un marino prestigioso, Juan Andrea Doria el genovés, otro marino de gran talento, los almirantes venecianos Sebastián Veniero, Agostino Barberigo y por último Marco Antonio Colonna.
Con este cargo, don Juan, llevaba una responsabilidad aplastante. La armada turca, a pesar de su fracaso en el sitio de Malta, tenía fama de ser casi invencible en un combate naval a gran escala. Por si fuera poco, la concentración en Mesina de todas las fuerzas de la armada, iniciada a finales del mes julio, no concluyo antes del 5 de septiembre de 1571, fecha tardía, pues se consumía el verano y muchos pensaban que era demasiado tarde para emprender una campaña decisiva pues el último reducto en Chipre, Famagusta, se rindió el 4 de agosto de ese año y sus defensores pasados a cuchillo.
Las fuerzas que finalmente se enfrentaron en la Batalla de Lepanto, fueron bastante parejas, 93.000 hombres por parte de la Santa Liga y 92.000 hombres por parte de las fuerzas turcas contando con remeros, marineros y soldados. Los turcos tenían más galeras 230 contra 200 de la Santa Liga, pero les faltaban galeazas con gran poder de fuego, como las seis venecianas que participaban en la gran flota cristiana, y las armas de fuego, tanto cañones como arcabuces, de la Santa Liga eran muy superiores a las turcas y esto fue decisivo en el resultado final de la contienda.
La armada zarpó de Messina el 16 de septiembre de 1571, hicieron escala en Albania y el 30 de septiembre se encontraban en la isla de Corfú. En vanguardia, por delante de la flota, iban 8 galeras que fueron las que informaron, al consejo de mando, que lo formaban don Juan de Austria y los principales almirantes de la flota, que la flota turca se encontraba a la entrada del Golfo de Lepanto.
Hubo disparidad de opiniones sobre la conveniencia de presentar batalla a la armada turca, pero don Juan siempre lo tuvo claro, y más, después de que Álvaro de Bazán le dijera que tenían una oportunidad única de derrotar a los turcos, así que nuevamente zarpó la flota rumbo al Golfo de Lepanto.
Don Juan, junto con su consejo militar, planificó la ejecución de la Batalla, las posiciones a ocupar por cada una de las partes de la flota y el despliegue general de la armada cristiana.
El 7 de octubre de 1571 a las 5 de la mañana, ambas flotas se encontraban a la vista en el Golfo de Lepanto junto a las costas griegas, la orden de don Juan era que no se abriera fuego hasta que los turcos no estuvieran a su alcance.

CUADRO SOBRE LA BATALLA DE LEPANTO
El resultado de esta batalla es del todo conocido, La escuadra cristiana destruyó a la flota turca infligiendo una severa derrota en la que es la mayor batalla naval librada en el mar Mediterráneo.
Considerando este equilibrio, hay que explicar por qué una victoria tan amplia y cuál fue el papel personal y decisivo de don Juan.
En primer lugar sobresalió la voluntad ofensiva de don Juan, contra la estrategia defensiva de los prudentes o incluso de no llevar a cabo la batalla como Requesens y Andrea Doria. Don Juan decidió seguir adelante y dispuso la formación de las naves para la confrontación, Doria se situaría en el ala derecha, Barberigo en el ala izquierda, Don Juan a bordo de la Real en el centro y por último Álvaro de Bazán con su escuadra actuaría como reserva.
Valoró la la probabilidad de que Alí Bajá, el almirante turco, se dejara encerrar en el golfo de Lepanto, porque no creía que los cristianos se atreverían a tomar la iniciativa. Así, no pudo desplegar su armada como lo hubiera hecho con más espacio.
Otra cosa a destacar fue la táctica elaborada en el consejo, en el que don Juan tuvo un gran papel, decidió colocar a dos galeazas delante de cada ala y en el centro, ésto permitió que en los primeros instantes de la batalla los cristianos causaran enormes destrozos a las galeras turcas y causar un gran número de muertos.
Así fue la secuencia de la Batalla:
El ala derecha de la flota turca, dirigida por Mohamed Síroco, intentó bordear el ala izquierda de Barberigo para atacarla por su flanco y por la retaguardia, pero fracasó en su intentó.
Mientras la Real, en el que iba a bordo don Juan, arremetió contra La Sultuna, la galera de Alí Bajá, el combate fue brutal y violento, todos los tripulantes de la galera turca murieron, incluido Alí Bajá.
Por otra parte el ala derecha de la flota cristiana fue atacada por Uluch Alí, ocasionando numerosas bajas así como poner fuera de combate a algunas galeras de la escuadra de Juan Andrea Doría.
Finalmente Álvaro de Bazán acudió al rescate y puso en fuga a las galeras de Uluch Alí, en esta confrontación se distinguió Juan de Cardona hundiendo y rindiendo a dieciséis galeras turcas.
La batalla acabó ese mismo día, siendo una victoria aplastante de la flota cristiana comandada por don Juan, si bien es verdad que las pérdidas en barcos, hombres y material fueron cuantiosas en el lado turco, no supuso en absoluto la destrucción de su poderío militar y su hegemonía naval en la parte oriental del mediterráneo.

DISPOSICION TACTICA EN LA BATALLA DE LEPANTO

CUADRO DE JUAN DE AUSTRIA Y CERVANTES
Después de la victoria, don Juan y el resto de almirantes, recibieron felicitaciones del Papa Pio V y también de muchas cortes europeas, las cuáles en pleno éxtasis pensaron en atacar y recuperar Constantinopla, así como varias plazas de la costa griega y turca, pero el invierno se acercaba y era difícil luchar en esas condiciones, finalmente la flota regresó a Italia.
En 1573, después de un tiempo de descanso y de recibir honores en Italia, don Juan preparó su siguiente plan, reconquistar Túnez. Esta vez, el imperio español estaría sólo junto con sus reinos italianos, pues la Santa Liga se había disuelto, el Papa Pio V había fallecido y Venecia había firmado la paz con el Imperio Otomano.
La campaña fue un éxito en parte porque se consiguió el objetivo, ya que la guarnición musulmana que custodiaba Tunez, abandonó antes de que se produjera el choque. El éxito de aquella empresa duro muy poco, un año después, los musulmanes volverían a conquistarla.
Vuelve a pasar un periodo en Italia, enviado por Felipe II, y durante este tiempo pone paz a las disputas políticas en la República de Génova.
Le precede una fama de mujeriego. Tiene una hija con Diana de Falángola aunque poco tiempo después la deja, sueña con ser rey y tener su reino, o al menos, casarse con una reina y tener acceso a un trono en Europa. Se especula en medios diplomáticos su casamiento con María de Estuardo con el visto bueno del Papa, hecho que no le desagrada, pues en sus planes está el invadir Inglaterra e implantar de nuevo el catolicismo.
Felipe II, aconsejado por sus consejeros, piensa en enviar a don Juan a Flandes para establecer la paz en ese territorio que para el rey se está convirtiendo en un quebradero de cabeza y sin visos de solucionarse.
En marzo de 1576 muere el gobernador Luis de Requesens y don Juan es nombrado gobernador de los Países Bajos, se le ordena ir lo más pronto posible a Bruselas, orden que desobedece y decide ir primero a Madrid a hablar con el Rey sobre su proyecto; casarse con María Estuardo, invadir Inglaterra, pacificar los Países Bajos y convertirse en Rey de ambos territorios.
Felipe II y Juan de Austria se reúnen finalmente y el Rey accede a la petición realizada por don Juan, pero lo primero que le pide es que establezca la paz y el orden, que sea flexible con los rebeldes y haga concesiones siempre que reconozcan la autoridad del rey español. Durante la estancia de don Juan en la Corte, que se prolongó hasta mediados de octubre de 1576, el príncipe entabló amistad con Antonio Pérez, secretario del Rey, personaje que traicionaría a ambos (a don Juan y a Felipe II).
El 3 de noviembre de 1576 llega a Luxemburgo y al día siguiente las noticias que le llegan de Flandes no pueden ser peores, las tropas leales al rey llevan varios meses sin recibir su paga, y esto les lleva a saquear la ciudad de Amberes cometiendo todo tipo de atrocidades. La misión de don Juan de conseguir la paz parecía imposible.
Finalmente, el 17 de febrero de 1577 firmó el Edicto perpetuo con los Estados Generales, presionado por el Rey Felipe II que deseaba la paz al coste que fuera, aceptó una serie de concesiones como la salida de los Tercios Españoles de Bélgica y las libertades flamencas, a cambio, los Rebeldes reconocían la fe católica y la soberanía española.
Sin embargo, en julio de ese mismo año, don Juan, a través de la información que recibía y la desconfianza que le generaba Guillermo de Orange y sus partidarios, pidió al Rey Felipe II el regreso de los Tercios que estaban estacionados en Italia, hecho que vino acompañado de una remesa de las Indias que permitía sufragar las pagas de los soldados.
El 17 de febrero de 1577, presionado por el Rey Felipe II que deseaba la paz al coste que fuera, firmó el Edicto Perpetuo con los Estados Generales y aceptó una serie de concesiones como la salida de los Tercios Españoles de Bélgica y las libertades flamencas, a cambio, los rebeldes reconocían la fe católica y la soberanía española.
No tardaría mucho tiempo en romperse el pacto, puesto que en julio de ese mismo año, don Juan, a través de la información que recibía y la desconfianza que le generaba Guillermo de Orange, pidió al Rey Felipe II el regreso de los Tercios que estaban en Italia. También vino acompañado de una remesa de las Indias que permitía sufragar las pagas de los soldados.
El 31 de enero de 1578, en Gembloux, aprovechando el genio militar de Alejandro Farnesio que comandaba los tercios que habían regresado a Flandes, don Juan lograba una victoria sobre el Ejército de los Estados Generales de los Países Bajos que se habían unido a la causa del rebelde Guillermo de Orange.
Don Juan, seguía con la idea que le había propuesto a Felipe II, quería invadir Inglaterra y reinstaurar el catolicismo. Envió a su secretario, Juan de Escobedo, a Madrid para presentar al Rey dichos planes, así como obtener ayuda financiera y tropas para mantener el control de los Países Bajos.
El secretario del Rey, Antonio Pérez, se interpuso en su camino y se supone que hizo creer al Rey, aunque esto no está demostrado, que el objetivo real de don Juan era conspirar contra él para destronarle. Urdió un plan y le dijo al Rey que tenía pruebas de la excesiva ambición por el poder de don Juan.
Finalmente Antonio Pérez contrató a un grupo de asesinos para que asesinaran a Juan de Escobedo con el visto bueno del Rey. Más tarde el rey Felipe II se enteraría de las mentiras y tramas de su secretario pero ya era tarde, don Juan había fallecido en un campamento cerca de Namur (Bélgica, 1 de octubre de 1578) y sus intenciones siempre fueron leales a la corona aunque su proyecto de invadir Inglaterra no lo compartiera el Rey en aquel momento.
En abril de 1578, don Juan, cae gravemente enfermo, se entera del asesinato de su secretario, poco a poco su enfermedad se va agravando y se retira a Namur, no se sabe con certeza si era tifus, disentería o la peste. En septiembre don Juan es consciente que se está muriendo, transfiere el gobierno a Alejandro Farnese y escribe su última carta al rey para despedirse.
El 1 de octubre de 1578 muere en un campamento cerca de Namur, y un año más tarde, se traslada sus restos al panteón de San Lorenzo de El Escorial por orden del Rey Felipe II.
ADENDA
Aunque no se ha hablado y escrito mucho sobre don Juan de Austria, gozó de una enorme reputación en toda Europa. Fue un hábil diplomático y militar aunque como muchos ilustres, no le acompañó la suerte en el último momento de su vida.
Don Juan de Austria tuvo dos hijas, Ana, con María de Mendoza, y Juana con Diana de Falangola.
En las cortes, siempre ha habido advenedizos y traidores.
El caso de Antonio Pérez, valido del rey Felipe II, es uno de los más graves. Antonio Pérez, fue un hombre sin escrúpulos que traicionó a su Rey e incluso llegó a asesinar al secretario de Juan de Austria y logró enredar de tal manera que Felipe II llegase a desconfiar de su hermanastro Juan de Austria.
Fue detenido y se fugó ayudado por su mujer a Zaragoza donde consiguió que los fueros le protegieran. De esta manera y con el apoyo de algunos nobles de Aragón, logró escapar hacía Bearn (Francia), donde recibió apoyo de Enrique de Navarra. Más tarde se trasladó a Inglaterra, donde ofreció información vital para que los ingleses pudieran atacar Cádiz en 1596 y estimuló la Leyenda Negra contra Felipe II y España.
Murió en la más absoluta pobreza en París en 1611.

CUADRO DE JUAN DE AUSTRIA

TUMBA DE JUAN DE AUSTRIA